Como ayer cuando mediaba la tarde en el límite de la ciudad universitaria y el parque Sarmiento. Allí, entre la multitud expectante. Sus miradas perdidas en la voz que rezaba la sentencia. Ese final que todos queríamos escuchar y que no sabíamos si iba a ser real. Un final que es un comienzo y una reivindicación.
Allí estaban los 30.000 que no sabemos dónde están frente al símbolo de la crueldad y la impunidad encarnado en Luciano Benjamín y su troop. Plasmados en las fotografías y reproducciones que aprietan contra el pecho las madres que nunca dejaron de luchar. En los cánticos que improvisan los jóvenes que no se conformaron con el argumento del poder y siguieron reclamando justicia.
La voz del juez Díaz Gavier se sentía venir del firmamento a pesar el arrastre cordobés en la rrrr. Y dijo lo que pensábamos era un sueño: "en consecuencia revocar su prisión domiciliaria y ordenar su inmediata detención y alojamiento en una unidad carcelaria dependiente del servicio penitenciario de la Provincia de Córdoba". Repetía los que tantos 24 de Marzo habíamos coreado: "cárcel común, perpetua y efectiva". Y permítase la licencia, te vas a pudrir en un calabozo hijo de puta.
Los niños festejaban los globos inflados con helio que sostenían los pasacalles, los adolecentes bailaban al compás de la murga, los no tan adolecentes levantaron el puño izquierdo por esos 30.000 y los otros lloraban de emoción. Una emoción pluralista.
No fue un final, por más feliz que parezca. Es un principio...de los que no se olvidan, de los que se plasman en la memoria para siempre.
Aunque parezca remanido es un principio del pueblo que más adelante desarrollaré cuando se me pase la embriaguez que provoca la emoción. De esos principios inmanentes de los que habla la escuela del ius naturalis y que el Dr Fresneda (o Martín) supo conducir.
En consecuencia, "que tenemos la cabeza de Luciano Benjamín".
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