A veces me sorprendo tratando de vislumbrar la trama que esconde el almanaque, muchas más veces de las que quisiera.
A veces, trato de huir de su lógica invisible autoconvenciendome de la ilusión que me encuentra por fuera de ese sentido. Sólo perdura unos instantes que no pueden ser medidos por el tiempo ajeno.
Así es como explico estas costumbres de usar viejas agendas como si fueran nuevas, ficcionando la yuxtaposición de los calendarios que no se proyectan más que en el papel y en este caso, en la virtualidad.
Y así es como complico palabras para no caer en la convención (en la que inevitablemente caigo) porque suelo escapar también de las convenciones o lo que se parezca aunque me sienta tan cómoda en ellas.
Prefiero resguardar los interrogantes...que se regodeen en la intimidad, que se enreden hasta olvidar sus orígenes. Sin considerar que su capacidad de violentar mis límites es parte de su esencia.
Mediodía de lunes en la oficina, aun saboreo el merlot de anoche. Mi interlocutor mencionó que la verdad estaba en aquello que se termina, que queda detenido. Sigo creyendo que no hay verdades allí y que quizás las encuentre en el vino.
3 comentarios:
Ojo, Quien busca la Verdad, corre el riesgo de encontrarla. Rico el Merlot?
Saludos
No se resguarde los interrogantes, Cosas. Saquelos donde pueda tenerlos bien a la vista. Y animese a mostrarlos, que tanto.
Mendieta, el merlot tenía sabor a ausencia...y empiezo la huída de la verdad.
Primo, me faltan largas sesiones de análisis para mostrar los interrogantes.
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