domingo

Apuntes blogueros

Sé que la reflexión sobre las propias prácticas es condición necesaria aunque no suficiente para su legitimación, sin embargo hoy me tiro a lo necesario.
Hay una delgada línea que separa al autor de su escritura. Por más semejanzas aparentes que puedan ser atribuidas entre el psudónimo y su autor, hay una separación entre ambos. De hecho, aquellas supuestas proyecciones de tipo autobiográfico tan abundantes en la esccritura de los blogs, son en realidad la objetivación del propio ser, es decir, de su autoanálisis.
Cada vez que Leila tipea bajo la forma de Cosas Dichas, está produciendo una separación, una distancia. El propio acto de escribir(se) en las historias posts de ese otro da cuenta de una ruptura necesaria.
Ocurre que la escritura tiene la capacidad de abolir las determinaciones (y vaya si lo hace), cruza los límites propios de la existencia social misma. Estas imposiciones que configuran la existencia social desaparecen en la pluma de ese otro que está siendo escrito.
Sí, existe una relación fundamental entre Leila y Cosas Dichas ya que Cosas Dichas no es nada más que eso. Posts y comments resultantes de la objetivación que hace quien existe socialmente.

miércoles

Clicks


"Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir:

Se la lucha con la pluma.

Se lucha con la espada.

El que no lucha se estanca, como el agua.

El que se estanca, se pudre."


Raúl Scalabrini Ortiz


Confieso que este último tiempo he recuperado ese hábito obsesivo de la lectura tradicional y por consiguiente, he abandonado el eter del 2.0. Esa distancia del ciberespacio fue y es al mismo tiempo mitigada por la nostalgia de la relación real, esa donde los cuerpos se resignifican vió? (Abundan los posts en este blog sobre la resignificación de los cuerpos en el fenómeno 2.0 pero hoy no quiero escribir del tema). Volví a los libros y a los cafés, sería un epígrafe.

Sometiendome por propia voluntad a la dictadura edulcorada que impone la TV, empecé la semana con 6,7,8 en su versión dominical y por la mañana apareció este post de Artemio que sintentiza preocupaciones compartidas por gran parte de nosotros (y no estoy segura qué es Nosotros acá y mucho menos si es algo compartido, sin embargo a veces dejo que en esto de tipear fluyan puras expresiones de anhelo).

En algún cuaderno de notas que desempolvé buscando mis apuntes de Cultura Popular que tomé la última vez que Aníbal Ford estuvo en la ECI me encontré con recortes aplicables a un análisis actual de ese fenómeno que ocupa pantalla televisiva y columnas de la bloguera. Decía "la capacidad de incidencia de los medios es inversamente proporcional al grado de la organización civil". Ahí fue una punta.

Hace tiempo que vienen abundando posts sobre la justificación que tiene la credibilidad de los medios y el descreimiento de la polítca. Otra vez y como todo en este blog, ambos deben ser pensados en términos relacionales. Las creencias son esos espacios depositarios de verdad que se legitiman en nuestro propio no-saber.

Ese lugar de la creencia en la política se fue desplazando hacia los medios y esto no es ninguna novedad. Así, la mediatización del discurso político (la metamorfosis) es una de las muestras más acabadas de "forma" que da cuenta de la creencia desplazada y resignificada.

Ocurre que esta fuga de creencias que sufrió el terreno de la política está íntimamente relacionado con la desarticulación del campo popular y el desbarajuste de la política como forma organizativa de la sociedad. Primero fue un Estado Terrorista que desarmó con sangre y armas y luego una Democracia tendiente a desmovilizar. Son dos contextos inseparables de lo que hoy producimos/circulamos/consumimos bajo el label o tagg denominado "Comunicación/ Política/ Cultura". Escuché y leí de Marita Mata hace mucho tiempo ya uno de los ejemplos más representativos de este fenómeno: "nos llevó de las clases populares a la gente".

El espectador del otro lado de la pantalla sólo consume creyendo que es dueño del poder porque puede elegir con el control remoto en la mano. En ese refugio solitario que propone la pantalla, se acepta la realidad no reflejada sino construida por el medio. "No hay un acontecimiento por un lado y su posterior enunciación, sino que no hay acontecimiento sin enunciación" apunta María Pía López. Y así se puede entender el ataque de los divos (Tinelli, Legrand, Giménez y demás deudos de la legislación neoliberal en políticas de comunicación) producido en las últimas semanas.

¿Las estadísticas pueden contrarrestar esto que es "lo real" para el espectador en materia de inseguridad? ¿Se necesita inexorablemente salir al choque rompiendo la estética del lenguaje televisivo para destruir a los divos? ¿ Hay que responder al ataque aceptando las reglas del juego del "otro" (ese mismo que quiere dar batalla)?

La política fue hasta hace muy poco el lugar desmantelado de creencia tras la ruptura de la organización social y se convirtió en un espacio caracterizado por el no poder. Las condiciones están dadas para modificar ese vacío de capacidad de intervención sobre el ámbito social que fue la postal nacional hasta el 2003. No podría tipear recetas de MKT político y aseverar la infalibilidad de los slogan, justamente porque carezco de esa creencia.

De hecho, los medios no son medios. Los medios son aparatos de construcción y producción de discursos con efecto de verdad. Esta noción no fue desconocida en absoluto por la Coalición que se propuso cambiar la legislación por una ley de servicios de comunicación audiovisual. Y se aprobó pero aun no es una realidad porque el desafío de hacer que Hablemos Todos acaba de empezar.

Algunos dirán que "hacen el aguante" y otros que hay que "resistir" pero la verdadera lucha ni aguanta ni resiste porque esas concepciones de lucha son lo mismo que queremos terminar. No aguantamos ni resistimos porque esa es la forma de la no política y el lugar del no poder. Hacer no es lo mismo que reaccionar.

La lucha crea, esperanza, proyecta, hace real. Como decía Arturo Jauretche "Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con tristeza" (ni con ganas de destruir).



Foto: Pared en el Albaicín de Granada, España. Colgada por un "amigo" facebook.


viernes

Clicks #nomodernos: La acción paralizante

Noviembre ya se ha llevado a demasiados. Los trópicos siguen tristes y aquí un viernes a la noche como Aníbal, pienso en las nuevas tecnologías. Strictu sensu, en las problemáticas culturales que ellas generan.

La escritura en estas bitácoras de la no modernidad tiene cierta capacidad de abolir las determinaciones y los límites propios de la existencia social. Es decir, puede franquear esa posición determinada en la estructura social propia de quien escribe.

Hace un tiempo sugería algunas categorías de análisis para pensar facebook o lo que suelo llamar el sueño de Narciso. Si, han sido quizás preguntas recurrentes que se desvanecen mientras tengo que escrutar votos o me quedo afónica por cantarles chicanas a las liebres. Hubo un lector privilegiado de mi primer nota para la revista Elvernaculo que sugirió algo que dimos en llamar "la acción paralizante". Como si fuera un encanto de la nominación, esa conceptualización apriorística durmió hasta que me encontré con este post de Lucas, el cual paradójicamente leí vía facebook.

Si hay algo que orienta nuestras acciones es la necesidad de justificar nuestra propia existencia social o dicho de forma más simple, encontrar una razón para existir socialmente. Todas aquellas propiedades que puedan ser percibidas por otros agentes como "reconocimiento" son válidas en este sentido. Ocurre que para que sean consideradas como tales, se precisa que "los otros" compartan las mismas categorías de percepción.

Llega una gacetilla en la que se comunica la cantidad de "fans" que tiene el perfil de alguien y pareciera que se evoca la ilusión de Roberto Carlos con el millón de amigos que quería tener. En este caso, la intención de generar el reconocimiento de la gestión y del propio agente terminó siendo catalogada como una "payasada". Tal vez, para quienes compartan las categorías de percepción que indica que a mayor número de fans virtuales (léase muchos clicks) se otorga un status de relevancia, esto puede parecerles al mismo tiempo una payasada. Ahora bien ¿en qué se fundamenta el reconocimiento de tener no sé cuántos fans en facebook?
Sin embargo, el fenómeno de obtener cierto capital simbólico a través de la cantidad de clicks que ignotos perfiles llamados "amigos" o "fans" no deja de ser un lugar de preguntas. Asumiendo las prácticas sociales que se llevan a cabo en la comunidad virtual más populosa del globo como propias en cierta medida, algo que llama la atención es la liviandad que las mismas prácticas adquieren. Resulta que para muchos de mis "amigos" (y también los suyos mi estimado lector y eventual comentarista) sólo basta "un click para alimentar a un niño", otro click para que renuncie Cobos, otro click para que llueva en Córdoba, otro click para ser parte de un partido político y así podría pasar la noche enumerando clicks. Esa es la "acción paralizante". ¿Hay una naturalización de esta práctica como sinónimo de lucha hacia un objetivo? ¿Será que esos clicks son percibidos como una acción real? Quiero que los sentidos me engañen como suelen hacer y equivocarme en esta molesta percepción que tengo, esa que leí en tantos muros de "amigos". Esa que dice que con cada click están militando.
Los cuerpos se están transformando.
Nota de Cata: hay dos cosas que debe evitar pensar cuando lea los post de Cosas Dichas y son dos conceptos que trae naturalizados de siempre: lo bueno y lo malo.