Un día intenso ha llegado al ocaso. L.A., suena Baden Powel, la suntuosidad perfecta para descansar de la trivialidad.
Llega esa hora incierta en la que los faroles alargan los rostros de sus víctimas deshechas. Esa hora en la que todos vuelven del exilio para internarse en su cueva. La hora amarilla, con más tonalidades que un Picasso. Esa hora que esperamos a alguien para compartir desdichas. Desilusión en la proa.
Monte non video!
El viento erosiona los rostros de los transeúntes, moldeándolos cada vez más intensos, más punzantes, más agresivos como el clima invernal. Ventanas cerradas. Silencio mortuorio. Tenue iluminación externa. Brisa electrizante que increpa la dermis.
Llega esa hora incierta en la que los faroles alargan los rostros de sus víctimas deshechas. Esa hora en la que todos vuelven del exilio para internarse en su cueva. La hora amarilla, con más tonalidades que un Picasso. Esa hora que esperamos a alguien para compartir desdichas. Desilusión en la proa.
Monte non video!
El viento erosiona los rostros de los transeúntes, moldeándolos cada vez más intensos, más punzantes, más agresivos como el clima invernal. Ventanas cerradas. Silencio mortuorio. Tenue iluminación externa. Brisa electrizante que increpa la dermis.